1. Sexo con mi vecina madura a cambio de un potaje gitano


    Fecha: 08/05/2024, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Omar89, Fuente: CuentoRelatos

    En mi relato “Descubriendo mi lado homosexual”, hablé de cómo compartía piso con un compañero con el que tuve mi primera sexual durante la pandemia. La siguiente historia está conectada con ese contexto.
    
    Era una tarde del mes de abril del 2020, en pleno estado de alarma, cuando tendría mi primera experiencia con una mujer madura. A lo largo de mi vida había tenido sexo con chicas mayores que yo, pero nunca había estado con una mujer, en mayúsculas, como aquella que conocí en la localidad de Écija (Sevilla), donde entonces me encontraba por motivos laborales, aunque a raíz del estado de alarma sólo teletrabajaba. En los ratos en los que no trabajaba, hacía las labores de casa, iba al supermercado a hacer la compra y tenía experiencias sexuales con mi compañero de piso.
    
    Cierto día, regresé de hacer la compra cuando mi compañero Daniel me esperaba en la cocina con una olla de habas. “Las trajo nuestra vecina Lola”, me dijo Daniel, “parece ser que hizo de más y como le has caído en gracia, nos trajo para que podamos comer”. Dios, que alegre me puso esa noticia, hacía más de un mes que sólo comía congelados y fritos, necesitaba unas buenas habas. Aquel día fue el primero en todo el estado de alarma en que comimos en caliente.
    
    “¿Y por qué dices que le caí en gracia?”, le pregunté a Daniel. “Te ve desde su balcón cargado con las bolsas de la compra, sale siempre a la misma hora, creo que eres su tipo”, me contestó. “No te pongas celoso”, le dije a Daniel. “Podrías darle ...
    ... un poco de alegría a la mujer, así comeríamos más a menudo en caliente”, me sugirió Daniel.
    
    Sinceramente, no me había fijado en ella hasta ese día, quizás nos habríamos cruzado alguna vez por la escalera y la habría saludado sin más. Pero en realidad no me suelo fijar en mujeres tan mayores, que me sacaban veinte años, quizás porque me recuerdan a mi madre y las veo diferentes a otras mujeres. La única excepción, quizás, eran algunas actrices, como Rebecca de Mornay o Susan Sarandon y quizás también la cantante Marta Sánchez. Cierto es que la mujer se mantenía en buena forma a sus cincuenta y tres años, algo gordita, pelo teñido de castaño claro que le llegaba hasta los hombros, alta… Tenía los ojos negros, piel blanca, con alguna arruga, pero se mantenía joven por dentro. No sabía si ese gesto de amabilidad fue por solidaridad en un momento de crisis en nuestro país, si fue un gesto maternal hacia dos chicos jóvenes o si realmente se sentía atraída hacia mí. Fuera como fuera, tras haber comido bien y pegado una buena siesta, fui a su casa para devolverle la olla y así darle las gracias.
    
    Me abrió la puerta, cubierta con una bata blanca. “Quería agradecerle las habas que nos ha traído hoy”, le dije. “Niño, no me hables de usted, que soy tu vecina de al lado. Me alegra que os hayan gustado, es un placer para mí”. “Si en algo puedo ayudarte, no dudes en llamar a mi puerta”, le respondí. “Ay, no me digas eso, que soy muy pesada, pero te lo agradezco igualmente, guapo”. Me ...
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